dissabte, 7 de gener del 2012

Navidades en Praga (2/2)

Fin de Año:

Para variar un poco esta vez fui a la cena del bloque 8, donde a pesar de ser la mitad que en la anterior, coincidí con mi buen amigo Eberhard (el que me hizo de profe de alemán).

Y allí estuve hasta que a las 10, animado por el alcohol y otras substancias, me convencieron para ir a vender mi entrada (para una macro-fiesta de esas ) e ir luego a otro sitio más barato con comida gratis.. así que una media hora antes de las campanadas estaba perdido por medio de Praga con Enrique y 2 entradas sin vender cada uno (el alemán me dio la suya)..

pastel de Pancake y enchiladas 

ambiente en el bloque 8

Cogimos un metro y fuimos directos al Puente de Carlos a ver el cambio de año donde una cantidad exagerada de gente esperaba. Aquí no hay campanadas ni uvas, por lo que no tenia muy claro que narices iba a pasar.. al final la cosa fue así:

 

No es muy original, pero si bastante efectivo. No hubiera estado mal algún tipo de cuenta atras, pero el estar rodeado de fuegos artificiales durante más de media hora junto con el momento en el que todos los barcos se ponen a pitar a la vez són cosas que recordaré.

Una vez ya realizado el paso al 2012 nos dirigimos a la fiesta del club Ocko, o por lo menos lo intentamos.. primero en el Metro, donde la gente se apelotonaba a centenares y era imposible siquiera entrar a un vagón y luego en Tranvía. Dio la casualidad que dentro del susodicho transporte encontramos un grupo de españoles haciendo botellón (deporte nacional) que además se dirigían a la otra macrofiesta (para la que estuvimos intentando vender las entradas). No llevamos allí ni 10 minutos cuando el transporte se paró, se cerraron las luces y se abrieron las puertas y un par de policías asomaron para hacernos salir ; por lo visto nos habíamos quedado atascados en medio de un mega embotellamiento.


carteles publicitarios de ambas fiestas

Como no sabíamos que narices hacer, seguimos a los españoles y acabamos llegando (en Taxi) a la mencionada fiesta. Una vez allí teníamos 2 opciones: o quedarnos, o volver a intentar vender las entradas e ir al sitio previsto. Optamos por lo 2o y vaya bien que hicimos. Nos pusimos frente a la entrada y en media hora no solo las habíamos vendido, si no que encima lo hicimos al doble del precio inicial. Más de 30 € de beneficio conseguí because yes.

El resto de la noche ya fue más normal. Llegamos al Ocko, que para la ocasión había adaptado 2 parkings adyacentes como salas extra, comprobamos que efectivamente daban comida gratis (ensalada de pasta, hot dogs, etc..), reencontramos gente, bailamos, pasaron cosas, etc, etc..

Ha sido el fin de año más raro que he tenido en mi vida.